A lo largo de la historia la sociedad ha sentido la necesidad de trasmitir sus creencias, costumbres, valores y principios. Al principio esta transmisión se hace de forma informal y familiar mediante la palabra. Más tarde esta función se sistematiza y se crea la escuela para cumplir, mediante la enseñanza, unos fines entre los que se encuentra la formación de los ciudadanos más jovenes desde las vivencias, creencias y conocimiento de la cultura, que son vividas por las generaciones adultas,. A su vez la escuela no es una institución aislada, forma parte de la sociedad en la que se desarrolla, de ella recibe influjos y en esta misma sociedad repercuten las creencias y modos de entender la vida y la convivencia en la institución escolar.
La escuela tiene que enseñar; pero esta afirmación nos genera una serie de preguntas: ¿Qué enseña?, ¿lo que no saben los alumnos?, ¿lo que ya saben?; ¿A quien enseña?, ¿a los que no saben?, ¿a todos?; ¿Qué tiene que enseñar la escuela?, ¿lo seleccionado?, ¿por quién?; ¿lo comun?...; ¿Cómo tiene que enseñar?, ¿como lo sabe el maestro?, ¿desde la apertura del conocer?...; Cómo sabe el maestro si los alumnos han aprendido lo enseñado?; ¿Lo que enseña la escuela favorece el desarrollo de la persona?, ¿responde a la reproducción del poder?, ¿a la potenciación del más débil?, ¿de todos?. Las preguntas pueden extenderse.
Por ello es necesario determinar cuáles son y cómo se precisan las funciones que debe desarrollar la escuela en la sociedad, para conseguir sus fines y conocer la importancia que tiene la priorización de alguna de ellas cuando nos planteamos la educación obligatoria. En este capitulo presentamos las diferentes funciones que cumple la escuela y cómo puede dar respuesta a la igualdad de oportunidades desde cada una de ellas.
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