El desarrollo de la educación inclusiva tiene que contar en la práctica con la individualización de la enseñanza. Este principio es el punto de partida desde el que podemos programar acciones y ajustar la oferta común para un grupo o un determinado alumno. Por otra parte, si perseguimos un aprendizaje significativo y potenciamos la construcción del conocimiento por parte de los alumnos, es necesario conocer el punto de partida. Esto supone determinar el nivel de competencia del que hemos de partir.
El M.E.C. define y pide determinar el nivel de competencia curricular en relación con los A.C.N.E.E., y considera que se trata de un punto de partida imprescindible para la elaboración de las adaptaciones curriculares. “La evaluación de la competencia curricular implica determinar lo que es capaz de hacer un alumno en relación con los objetivos y contenidos de las áreas del curriculum ”(MEC, 1992, 33).
La determinación del nivel de competencia curricular aporta, por tanto, una información imprescindible para el desarrollo de todo proceso de enseñanza, porque tal información aporta conocimiento de:
- la motivación del alumno hacia las materias,
- el nivel de autoestima,
- el contexto que ayuda o favorece el aprendizaje del alumno,
- la relación con los compañeros,
- las dificultades especiales para la asimilación del conocimiento,
- el punto de partida para futuros aprendizajes,
- la maduración de las capacidades individuales
Este proceso reclama una valoración detenida de cada alumno en varias ocasiones: al comienzo de curso, antes de hacer las programaciones, en su desarrollo. Precisará la acción conjunta de padres, tutores, especialistas, apoyos... Sólo desde este proceso de deliberación estamos en condiciones de saber si un alumno tiene necesidades educativas especiales, y desde este conocimiento podremos ajustar la programación del grupo de referencia a su individualidad, en relación con:
- Las capacidades que un alumno puede desarrollar de cada objetivo en un periodo de tiempo.
- Los contenidos que van a favorecer el desarrollo de estas capacidades.
- Las situaciones de enseñanza/aprendizaje que mejor se ajusten al desarrollo de estas capacidades.
- Los recursos necesarios.
- La organización de elementos personales o materiales.
Para seguir este proceso es necesario acudir al Proyecto Curricular, en el que hemos adaptado el currículum común al grupo en el que se van a encontrar los alumnos con necesidades educativas especiales y hemos determinado unos criterios de evaluación.
La competencia curricular no debe medirse sólo siguiendo criterios académicos de las Áreas Curriculares desde los que se enfatizan los aspectos cognitivos. Existen aspectos funcionales, actitudinales y procedimentales dentro de los contenidos que pueden madurar las capacidades del sujeto para una vida adulta y activa; pero esto tiene que estar consensuado en el Proyecto Curricular, si queremos que sirva de referencia al maestro a la hora de programar la actividad de su aula.
|