La escuela comprensiva se presenta como un proyecto de educación en y para la democracia desde el que se pretende generar una responsabilidad ética en el todos los sujetos que forman la institución escolar, desde la que se puede conocer cómo las diferencias aumentan la capacidad de diálogo, la confianza y la solidaridad. La escuela es uno de los espacios públicos, esto es, un espacio compartido y plural cuya finalidad es formar al ciudadano para vivir en la sociedad.
Esto es posible si la escuela prioriza su función socializadora. Desde esta función la vida escolar ofrece al alumno medios para que adquiera un alto concepto desde el que brote su deseo de realización personal, con su grupo de referencia del que ha de sentirse responsable, mientras asume la responsabilidad de ser creador de su conocimiento.
La escuela, a su vez, tiene que paliar el conflicto de valores que generalmente ocasiona la sociedad. Como respuesta a las exigencias que impone esta sociedad, la vida académica exige memoria, sumisión, disciplina, anonimato, competitividad. Para FERNÁNDEZ ENGUITA (1991, 10) “no es fácil concebir mejor contexto de la sumisión y la subordinación que la enseñanza de contenidos académicos sin ningún atractivo, sin interés ni conexión con el mundo real, en la que los estudiantes están sometidos a la voluntad de un sistema y un profesor, que ha decidido que es algo intrínsecamente positivo dedicar su tiempo y esfuerzo a recordar y repetir lo que se ha establecido”.
El alumno tiene que encontrar, también en la escuela, otros valores como: autonomía, responsabilidad , libertad, amplitud de miras, diálogo, saber compartir, iniciativa, asumir riesgos, opinión personal, inferir y transferir ideas, valorar otras ideas, representar, aprender a evaluar, aprender la riqueza del pluralismo. Valores, todos ellos, necesarios para vivir su vida adulta y asumir su lugar en la sociedad.
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