Otra función que tiene que cumplir la escuela es la socializadora y educativa. La escuela es la ocasión que tienen todos los sujetos de una misma edad para compartir con su grupo de referencia un periodo de tiempo y unas vivencias. A partir de esta experiencia el sujeto puede aprender a conocerse, a saber que vive en comunicación, a conocer a los demás; en la escuela tiene experiencia de su relación con el conocimiento y la cultura, puede encontrar y experimentar opciones personales en relación con la vida, con la sociedad y con sus compañeros.
A partir de la L.O.G.S.E. se defiende para la escuela esta función desde la idea de escuela comprensiva: “Por escuela comprensiva se entiende una forma de enseñanza que ofrece a todos los alumnos de una determinada edad un fuerte núcleo de contenidos comunes dentro de una misma institución y una misma aula, y que evita de esta forma la separación de los alumnos, en vías de formación, que puedan ser irreversibles. En ella se condensan las aspiraciones de la igualdad de oportunidades, cultura superior y común para todos los alumnos y apertura a la diversidad dentro de una misma escuela” (MEC, 1987).
Cuando la escuela prioriza la función socializadora sobre la reproductora, la igualdad de oportunidades no sólo proporciona la ocasión de acceder a la escuela, supone aceptar y enseñar a vivir con la diversidad y el pluralismo orientado a educar en democracia, porque entendemos ésta como “el conjunto de garantías institucionales que permiten combinar la unidad de la razón instrumental con la diversidad” (TOURAINE, 1994, 15).
Estas garantías institucionales las leemos en el preámbulo de la L.O.G.S.E.: “El derecho a la educación es un derecho de carácter social. Reclama por tanto de los poderes públicos las acciones positivas necesarias para su efectivo disfrute. Es un derecho susceptible de enriquecerse en su progresivo disfrute”>. Este es el reto de la escuela.
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