El currículo es definido por STENHOUSE (1984, 29) como “una tentativa para comunicar los principios y rasgos esenciales de un propósito educativo, de forma tal que permanezca abierto a discusión crítica y pueda ser trasladado efectivamente a la práctica”.
Para el MEC (1989, 7), la noción de currículo “abarca todo aquello que el medio escolar ofrece al alumno como posibilidad de aprender: no sólo conceptos, sino también principios, procedimientos y actitudes; y que abarca, además, tanto los medios a través de los cuales la escuela proporciona esas oportunidades, cuanto aquellos por los que evalúa los procesos mismos de enseñanza y aprendizaje”. De acuerdo con esta concepción, puede decirse que el currículo se compone de dos tipos de elementos:
Los elementos básicos: tratan de dar respuesta al qué, cómo y cuándo enseñar y evaluar. A la hora de dar respuesta a estas cuestiones, aparecen los siguientes elementos:
Los Objetivos: establecen las capacidades básicas que deben madurar los alumnos como consecuencia del proceso educativo. Existen cinco grandes tipos de capacidades humanas:
Cognitivas.
Motrices.
De equilibrio personal o afectivas.
De relación interpersonal.
De actuación e inserción social.
En el marco del currículo escolar podemos encontrar tres tipos de objetivos:
Los objetivos generales de etapa: se refieren a las capacidades básicas que se pretende madurar en cada una de las etapas educativas que forman parte del sistema educativo.
Los objetivos generales de área: formulan las capacidades que se espera que los alumnos maduren y las pone en relación con los contenidos propios de cada área.
Los objetivos didácticos: concretan las capacidades básicas cuya maduración se pretende en cada fase del proceso educativo (programación de aula).
Los contenidos: señalan los aspectos de la cultura, el conocimiento y la experiencia cuyo aprendizaje se considera necesario para la maduración de las capacidades expresadas en los objetivos.
Existen tres tipos de contenidos:
Conceptuales: se refiere a los contenidos de hechos, conceptos y principios; abarcan los aspectos más teóricos del conocimiento y la experiencia humana.
Procedimentales: se refieren a los procedimientos. Un procedimiento es un conjunto de acciones ordenadas, orientadas a la consecución de una meta. Abarcan los aspectos más prácticos del conocimiento y la experiencia, y promueven el desarrollo de destrezas, técnicas o estrategias para la acción.
Actitudinales: se refieren a las actitudes, valores y normas que deben regular el comportamiento de las personas.
Las orientaciones didácticas: Proporcionan criterios para diseñar las actividades de enseñanza-aprendizaje. Suponen una orientación a la hora de definir la metodología didáctica que va a presidir la práctica educativa.
La temporalización: se refiere a la necesidad de ordenar y secuenciar en el tiempo los objetivos y contenidos de enseñanza-aprendizaje.
La evaluación: comprende los criterios que determinan los diferentes niveles de maduración de las capacidades expresadas en los objetivos, así como los medios, instrumentos y actividades con los que se pretenden abordar los procesos de evaluación de los aprendizajes. Abarca también el conjunto de actividades, medios e instrumentos que ayuden a evaluar si los procesos de enseñanza se han desarrollado en las condiciones más adecuadas.
Los elementos de acceso: son aquellos que definen las condiciones en las cuales se va a desarrollar la propuesta educativa. Entre ellos:
Los recursos materiales: señalan los medios y recursos didácticos que se van a utilizar en el proceso educativo.
Los recursos humanos: señalan a los diferentes profesionales (profesorado, profesores de apoyo, auxiliares técnicos educativos,...) que se van a encargar de llevar acabo la propuesta educativa, así como a los mecanismos de coordinación que se van a establecer entre ellos.
Los recursos organizativos: se refiere a los sistemas de organización espacio-temporal que se van a habilitar para el desarrollo de las acciones educativas.
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