La programación docente es un elemento importante y necesario para articular una enseñanza de calidad. Constituye el puente entre lo que se considera que debe ser la educación y aquello que realmente puede llegar a ser, siendo un eslabón imprescindible para la puesta en práctica de las diversas propuestas educativas. Por ello, debe entenderse como un instrumento al servicio del profesorado, en la medida que le proporciona pautas para el desempeño de su práctica profesional.
A través de la programación de las acciones educativas, los equipos docentes y los profesores asumen la responsabilidad de tomar aquellas decisiones que mejor se adapten a las características y peculiaridades del contexto en el que desempeñan su labor. Esto supone la articulación de un proceso reflexivo sobre la propia práctica que resulta útil al profesorado, por cuanto le permite tomar sus decisiones de manera autónoma. Es este el marco en el que conviene situar la extraordinaria importancia de la programación docente, un instrumento cuyo objetivo prioritario es
“pretender que las decisiones que se han de tomar en la intervención didáctica sean reflexivas y explícitas, subjetivas y objetivas, con la finalidad de que el profesor -y el profesorado en su conjunto- gane en autonomía y capacidad de decisión” (ANTÚNEZ et al., 1992: 101).
Y es que la autonomía y la capacidad de decisión son algunos de los ingredientes esenciales de la calidad educativa, ya que de ellas depende la posibilidad de adoptar las medidas más adecuadas a cada situación y a cada contexto, siempre en el marco de la formulación de propuestas didácticas variadas, enriquecedoras, originales y creativas. Así lo pone de manifiesto PUIGDELLÍVOL, cuando afirma que
“a medida que asumimos la responsabilidad de organizar el currículum en la escuela, debemos plantearnos con cierta claridad el procedimiento para hacerlo, con objeto de convertirlo en un instrumento útil que, en lugar de encorsetar la amplitud y riqueza que por definición ha de tener la actividad educativa, la potencie, estimulando la creatividad y originalidad de las aportaciones de cada escuela” (1993, 24).
En definitiva, podemos concluir que la calidad educativa está íntimamente ligada a la programación docente, en la medida que posibilita la formulación de propuestas didácticas adaptables a las complejas y cambiantes circunstancias en las que se desarrolla la acción educativa. El foco de la calidad se sitúa, precisamente, en el proceso reflexivo y autónomo de toma de decisiones que compromete al profesorado, es decir, a aquellos agentes educativos que mejor y más profusamente conocen la realidad en la que se asienta su tarea cotidiana.
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